Como dijo Nelson Mandela:
“Aprendí que el coraje no era la ausencia de miedo, sino el triunfo sobre él.
valiente no es quien no siente miedo, sino aquel que conquista ese miedo”.
¿Cuántas veces en nuestra vida nos hemos sentido en situaciones en las que no vemos la salida? ¿Ya no aguantamos la situación en la que estamos pero el miedo al cambio nos hace quedarnos paralizadas? Para que podamos entender mejor ese miedo ante los cambios es bueno que conozcamos los pasos prácticos que podemos dar para enfrentarlos. Hay tres tipos de miedo: el miedo al cambio, el miedo al fracaso y el miedo ante los riesgos. Independientemente del miedo que enfrentemos, entender cómo opera nuestro cerebro ante el cambio y cambiar nuestra forma de pensar sobre la situación nos va a ayudar.
El miedo al cambio a crecer es uno de los mas grandes que confrontamos a lo largo de nuestras vidas y el cerebro siempre ve los cambios como amenazas, como ataques a nuestra seguridad, por lo tanto, tratamos de resistirnos al cambio lo más posible. Normalmente, todas buscamos seguridad y confort en nuestras vidas, pero hay veces que tenemos que cambiar para crecer, sabemos que estamos listas para cambiar, pero aun así nos resistimos y entramos en este circuito, que se conoce por las fases de la resistencia al cambio:
Cuando nos encontramos en una situación que sabemos que queremos o necesitamos cambiar, normalmente comenzamos por aguantar o tolerar la situación por algún tiempo e ignoramos que ya no nos sentimos bien con nosotras mismas, entonces nos reprimimos y empezamos a sentirnos descontentas o infelices.
Si aguantamos ese descontento e infelicidad por mucho tiempo, llegará un momento en que nos quebramos, nos agotamos e incluso podríamos enfermarnos o deprimirnos.
En este punto de quiebre, llega al momento en que tienes que tomar una decisión sobre la situación porque ya no aguantas o lo toleras más. Entonces, comienzas a tomar medidas para cambiar la situación y sientes el poder para enfrentar el cambio.
Una vez que ya tomaste la decisión de cambiar, empiezas a sentir miedo por haberla tomado y empiezas a sentir de nuevo incomodidad o ansiedad. En este momento te das cuenta de que tienes que definir entre dos decisiones difíciles: continuar con tu infelicidad anterior o enfrenar el miedo a lo desconocido.
Esta ansiedad puede llegar a crecer tanto que miras hacia la situación anterior que querías cambiar y empiezas a verla como buena, porque te produce menos ansiedad, ya que era tu zona de familiar y de confort.
En este punto, la mayoría de las personas prefieren ya no confrontar el cambio. En este punto, te cansas y te convences de que ya no necesitas cambiar y prefieres volver a la situación anterior.
Al regresar a tu situación anterior, vuelves a sentirte infeliz y descontenta y tu nivel de insatisfacción comienza a crecer de nuevo. Vuelves a sentir la situación de dolor, que ahora es más fuerte y, o te enfermas, o vuelves a llegar al punto de quiebre, por no estar viviendo según tus valores o tus creencias. La situación se vuelve de nuevo insostenible y, desafortunadamente, esto te puede llevar a una crisis financiera, de salud, con tu pareja o a un ataque de nervios.
Cuando las personas se resisten al cambio, cuando no están viviendo según sus principios y valores por mucho tiempo, la insatisfacción llega a tu vida.
Es posible que cuando regreses a tu situación anterior, si eres honesta, ves el dolor con el que vives en tu vida y decidas de una vez enfrentar el problema, reconoces que en realidad tienes mucho miedo al cambio y empiezas a repensarlo de nuevo. Si has experimentado un cambio en tu vida, te darás cuenta de que cuando te acercas al cambio que quieres hacer, tu miedo se agranda y tu resistencia crece. Pero cuando ya te cansas de ser infeliz, entonces sabrás que estas lista para hacer el cambio que tanto miedo te da. Estas lista para romper el ciclo.
Pero si no sientes la fuerza suficiente para enfrentar el cambio, sé honesta contigo misma, acépta que no quieres cambiar. Las razones por las cuales quieres evitar el cambio suelen ser:
A lo mejor no sabes lo que quieres en realidad. Piénsalo. Si no lo quieres, entonces no cambies.
Quizá no quieres cambiar con tantas ganas o con tanta urgencia como creias.
Tu miedo es mayor que tú y no confías en ti misma para enfrenarlo. Prefieres el dolor de tu situación en la que estas a pasar por la incomodidad temporal del cambio.
Otras veces te sientes enganchada a tu problema y, si lo dejas ir, ya no tienes nada de lo que hablar. Quizá te estás beneficiando del problema. A lo mejor no cambiar te beneficia.
Piénsalo y repiénsalo y si buscas la felicidad o la tranquilidad con suficiente pasión, seguramente, decidirás moverte y cambiar. Pero si eres honesta y no puedes, aceptalo y aprende a vivir mejor en la situación que no te gusta.
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