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¿Tienes miedo? ¿que lobo estás alimentando?

Actualizado: 2 jul 2020

El miedo es un mecanismo de defensa que tenemos, en realidad, nos es muy útil. Cuando tienes miedo, el cerebro (el llamado cerebro reptil, el pre-histórico) reacciona como lo hacía primitivamente y, ante un peligro, te hace reaccionar de tres maneras: te paraliza, te dice que huyas o te empuja a pelear. Estas tres reacciones son saludables, ante un peligro real, porque te protegen.


El miedo nos protegía, hace milenios, para el tipo de riesgos reales que las personas enfrentaban, pero en estos tiempos, la mente produce múltiples pensamientos negativos al día y, muchas veces, te dispara un miedo ante una situación de peligro que no es real. Es entonces cuando esas tres reacciones a las que te empuja el cerebro, no te ayudan, porque sólo necesitas sentido común, para sobreponerte a la mayoria de los eventos a los que nos enfrentamos en nuestras vidas. Hay dos tipos de miedo, el miedo real y el miedo psicológico. Cuando tienes miedo al fuego es una reacción deseable, cuando te enfrentas a un incendio, pero cuando no hay fuego, no es bueno sentir ese miedo.


El miedo psicológico es el que tú puedes manejar. El que no tiene una causa concreta, cuando no te está pasando nada, sino que es algo que podría pasar o no. ¿Se puede manejar algo que solo está en tu imaginación? La respuesta ante los miedos reales de paralizarte, huir o pelear, cuando estas frente a una situación hipotética, no te sirve, solo te provoca ansiedad y no te ayuda para nada.


Está comprobado que, muchos de los miedos que tenemos actualmente, en el 62% de los casos nunca se materializan, en el 28% de los casos restantes, sí se llegan a materializar, pero, cuando se concretan no conllevan las consecuencias tan malas como las que imaginamos y, en el 12% casos restantes, que nos dan miedo, cuando se dan, en realidad, terminan por traernos resultados positivos a nuestras vidas. Así que tenemos que desarrollar la habilidad para parar esos miedos psicológicos que nos asaltan a menudo.


Podemos poner un ejemplo de esa habilidad innata que tenemos para pararlo: Cuando vas conduciendo y casi te chocan, pero no te pasa nada, la reacción de tu cuerpo es sentir miedo y asustarse, te paralizas, al pensar lo que te hubiera pasado, y te dices a ti misma que “todo está bien, que no ha pasado nada”. Con esas palabras le estas mandando una señal a tu cerebro primitivo (que te puso en modo huída, parálisis o pelea) para que se tranquilice, con esas palabras de calma.


Todos los estresores que tenemos en estos días nos llevan a esa espiral de miedos que pueden llegar a salirse de control, que nos ponen en estado de pánico, cuando en realidad no hay amenazas reales. Puedes intentar parar ese miedo sacando ese pensamiento de tu cabeza, sin embargo, si el miedo es ya muy intenso, puedes seguir estos pasos:

  1. Debes parar el pensamiento, pero como cuando un coche va bajando por una cuesta, no puedes pararlo de frente porque te atropellaría. No puedes machacarte a ti misma, en ese momento, tienes esperar a que pase y parar el pensamiento poco a poco. Para bajarle la velocidad y reparar esos daños que te produjo ese miedo, tu mejor aliado es el tiempo, porque cuando tu paras de alimentar ese miedo, poco a poco va a ir desapareciendo.

  2. Cuando el miedo va parando, poco a poco, ve afirmándote para darle la vuelta a ese miedo con pensamientos positivos.

Los miedos son normales, los pensamientos negativos son normales, todas los tenemos permanentemente, todos los días, en nuestras cabezas, es normal no podemos evitarlo. Lo que está en nuestras manos controlar, poco a poco, es ir desechando esos pensamientos negativos y convirtiéndolos en positivos. Para eso me gustaría contarles una antigua historia Cherokee:


Una noche un abuelo Cherokee le contó a su nieto sobre la batalla que mantenemos permanentemente en nuestro interior:


"Hijo mío, dentro de cada uno de nosotros, en nuestras cabezas, mantenemos una batalla permanente entre dos lobos:

  • Un lobo es el mal, la ira, la envidia, los celos, la tristeza, el miedo, el arrepentimiento, la avaricia, la arrogancia, la autocompasión, la culpa, el resentimiento, el complejo de inferioridad, las mentiras, el falso orgullo, la superioridad y el ego”

  • El otro lobo es el bien, la alegría, el amor, la serenidad, la humildad, la amabilidad, la benevolencia, la generosidad, la verdad, la compasión y la fe.”

El nieto se quedó pensativo un rato y después le preguntó al abuelo:

“Abuelo, quién gana la pelea?”

Su abuelo le contestó:

“El lobo que más alimentes en tu cabeza”….


Ahora me gustaría que pensarás ¿Qué lobo estas alimentando tú?

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